Las palabras más repetidas esta semana en el periódico que tiene entre las manos han sido ‘escultura’, ‘desaparición’ y ‘escándalo’. Quien más quien menos esperaba que, a medida que se aproximaran la fecha de las elecciones, aflorara algún caso turbio que avivara la polémica entre los partidos en liza. Lo que resulta difícil de creer es que los propios afectados no hubieran previsto ese escenario. Igual que el PP se ha afanado por rebuscar en el cajón de la ropa sucia en busca de cualquier lamparón que afeara la gestión del Ayuntamiento de Logroño, el equipo de Tomás Santos debería haber invertido una ración de sus esfuerzos en fiscalizar hasta el último de los contratos, taponar cualquier grieta en la que pudiera hurgar la oposición a costa de lo que fuera. Sí: incluido el pacto con el PR. Y no sólo por los efectos electorales que el caso de Las estaciones de la vid que siguen en paradero desconocido les pueda reportar, sino por la ineludible obligación de presentarse con un expediente impoluto tras su aseada gestión en una legislatura más que complicada por la crisis.

Replicar centrándose más en otras irregularidades del rival como las lonas de Gran Vía que en hacer aparecer las dichosas estatuas, sólo alimenta un juego embarrado al que la oposición municipal no está dispuesta a renunciar. Lo más saludable es que las esculturas aparezcan ya, porque el 22-M se acerca y seguro que el PP aún no ha gastado la munición que guarda en la recámara.

Foto: Justo Rodríguez