Me siento en la obligación de avisarle al yayo Tasio de que en los próximos días el periódico que compra todos los días se inundará de esa información tan latosa como necesaria que es la política. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, verá las páginas colmadas de promesas e insultos, balances y proyectos. Es más que probable también que encuentre en la portada y hasta paseando por las calles de su barrio a personajes que le sonarán pero no sepa bien de qué, que dirán que su municipio tiene que cambiar o está mejor que ninguno aunque sea la primera vez que lo visitan. Son los secretarios, o secretarios de secretarios, con algún cargo rimbombante en su tarjeta de visita y despacho propio en Madrid. Escuderos de segunda división (o tercera) a los que sus partidos envían como titiriteros de ronda por la periferia para repetir el mensaje aprendido en las respectivas sedes. Y les oirá decir que su candidato es maravilloso y su contrincante un patán, aunque no conozcan ni a uno ni al otro. Harán sus gestiones para que su presencia sea «tratada con cariño» en la prensa local a pesar de que su discurso está hueco, y luego marcharán a otro pueblo, a otra ciudad, a decir exactamente lo mismo.
Para sosegarle, le avanzo al yayo Tasio que en cuanto pasen las elecciones todo se remansará. Los malos actores regresarán a sus cuarteles de sectarismo hasta las próximas elecciones. Y volverán a ignorarnos. Afortunadamente.