Sólo hay una cosa más sospechosa para un partido político en campaña que la opinión de algún periodista de Diario LA RIOJA: el humor. Hay un código tácito que empuja al candidato a ser agresivo en sus argumentos, denostar al rival, rociar de gasolina cada frase. Se supone que esa rabia carga de contundencia sus posibilidades electorales, pero también es posible otro mundo, otro discurso menos áspero e igualmente contundente. Lo ha demostrado José Bono (Pepe Bono, según esa otra extendida costumbre entre las bases de un partido de referirse a los popes de Madrid como si desayunaran con ellos todos los días), que en su intervención en Logroño ha asestado en el lomo al PP algunas de las puyas más duras de la campaña montado en la ironía y descabalgado del insulto.

Claro que para manejarse con soltura en esos tercios hace falta ser Pepe (perdón por la familiaridad) Bono. Haber sido durante tiempo inmemorial presidente de una comunidad autónoma, dirigir ahora el Congreso, ser uno de los mayores pesos pesados de la política nacional y convertir la “s” en” j” como sólo los manchegos saben hacerlo.y, además, tener la mochila cargada de vivencias y chascarrillos que hablan por sí solos.

De entre todo el arsenal de anécdotas con carga de profundidad que ha desplegado Bono en Logroño, me quedo con la de las dos “señoras muy enseñoradas” que se le acercaron al final de un acto público en Malagón (Ciudad Real) y le recriminaron que parecía mentira que fuera católico y hubiera dado el visto bueno a la construcción en su pueblo de un centro para jóvenes con problemas sociales. “Y lo lej dije: lo que parece mentira ej que jiendo ustedes de comunión diaria ejten en contra de un servicio fundamental para quienej máj lo necesitan”. Y como todo este tipo de comentarios no se regalan sin un bonito lazo, Pepe ha confesado a la audiencia: “Una cosa ej comulgar y otra hacerlo con ruedaj de molino”.

Todo el público le ha reído gracia, pero a mí me ha dejado pensando un buen rato.

Fotografía: Juan Marín