La cúpula del PSOE no estaba muerta por fuera, que estaba de parranda por dentro.

En los meses transcurridos desde el 22-M, la sede de Martínez Zaporta ha sido un nido de silencios. La resonancia mediática del partido en La Rioja ha sido cero, y los líderes del partido sólo se han dejado ver para repetir las escuetas consignas enviadas desde un Ferraz igual de desorientado o detrás de alguna procesión en cualquier fiesta patronal. Parece que lo segundo les ha salido a alguno más rentable que lo primero. De pueblo en pueblo, de agrupación en agrupación, es donde se ha ido cociendo el menú que ahora ofrece a sus bases: un plato precocinado de un sabor tan conocido como indigesto electoralmente.

La más que hecha vuelta de César Luena para tomar las riendas de un caballo ya no encabritado sino exhausto ha hecho que el resto de la dirección socialista haya ido este verano moviendo sus piezas para  hacer la mejor jugada personal posible cuando la partida se reanude. Una vez desactivada de sopetón la cabeza visible de la corriente de Santiago Sufrategui -¿dónde está guardado el cheque en blanco que le concedió en el Comité Regional a un Aldama contra el que rivalizó en las primarias a las él mismo denunció que lo dejaron llegar?”- sólo Izquierda Socialista ha alzado la voz advirtiendo de lo que ahora llega, pero al grito de “son los trasnochados de siempre”, el aparato los despacha como en los últimos 20 años con un plus de desprecio.

Nadie conoce a nadie ahora mismo dentro del PSOE. O mejor dicho: todos son amigos de todos a la espera de que se despeje el horizonte y discernir con quién debe uno alternar. En esa calma tensa en que la que infantería aguarda agazapada en la trinchera, ni siquiera las instrucciones de Rubalcaba de que sea una mujer quien encabece las listas ha perturbado los planes a Aldama y compañía, que se empeñan en aparecer como damnificados de los cargos que creen patrimonializar en vez de cómo responsables del desbarajuste que ahora sufren sus siglas para mayor regusto de Pedro Sanz. El espíritu gregario con unas gotas de interés personalistas ahora se llama responsabilidad.

Así las cosas, y mientras muchos militantes observan el espectáculo desde la impotencia por la inaccesibilidad de acceder esos círculos de poder, el escenario a corto plazo dependerá de lo que decida el mentado Luena. Y es que, aún dispuesto a priori a relevar a Aldama, parece renuente a lanzarse a la piscina desnudo de sus ropajes de diputado en un Congreso en el que ha rentabilizado su labor votando a favor del blindaje, pero ganando predicamento ante Rubalcaba. Su desembarco ahora o dentro de cuatro años (en este caso sería su mentor, José Ignacio Pérez, quien ejerciera de secretario general de consenso tras ceder su puesto en el Senado a Aldama) obligaría a mover el resto de las piezas invitando a participar en una porra de opciones limitadas. Lo más plausible es que Francisco Javier Rodríguez ejerciera las funciones de portavoz parlamentario en sustitución de Kiko, dejando la secretaría de Organización a un Vicente Urquía incombustible a la amortización.

La IS de Buzarra  y compañía junto probablemente una parte de los críticos se afana por buscar una alternativa de peso (esta sí, encabezada por una mujer) y, hasta que el cocido llegue a su punto de ebullición, otros tantos elaboran manifiestos insípidos que no llegan el estómago o se piensan si comerán del rancho porque, como el alcalde de Casalarreina, son propietarios del único manjar que se puede ofrecer con orgullo este restaurante caótico: una victoria en las elecciones municipales en las que arrasó el PP.