Si existiera un termómetro que midiera el insomnio, este fin de semana estaría dando temperaturas máximas en buena parte de la comunidad a la espera de que Pedro Sanz revele quién le acompañará en esta nueva legislatura. El sueño placentero del que disfrutaban muchos de los que trabajan en/para la órbita del Ejecutivo regional se quebró desde que el reelegido presidente anunció antes incluso de serlo que las diez consejerías actuales se quedarán en siete . O lo que es igual, que esa musculosa empresa que es el Gobierno riojano se recortará nada más y nada menos que el 30% .
Mientras que en otras victorias electorales del PP unos aplaudían con fervor por razones ideológicas y otros por otros por motivos económicos sabiendo que eso les garantizaba cuatro años más de estabilidad laboral, la última mayoría absoluta ha sabido más agridulce. Alérgico como es Sanz de los cambios y sabedor de que la fidelidad también se alimenta con la nómina que muchos cargos de confianza ganan a final de mes, esta vez no tendrá más remedio que «despedir» a parte de los que le han acompañado en el viaje iniciado en 1995. La reestructuración que acometió en el 2009 se saldó con recolocaciones de funcionarios y un solo damnificado que al poco encontró hueco en la empresa privada. Incluso la victoria en el Consistorio logroñés ha servido para acomodar algunas piezas sobrantes. Hoy, sin embargo, la crisis obliga a afilar la tijera y tirar de valerianas.