Pedro Sanz ha vuelto a romper todas las quinielas situando en la Delegación del Gobierno al hombre que aspira a batir todos los records de ascensión a las cumbres más altas: Alberto Bretón. Tras recuperarlo para el Ejecutivo regional después de su paso por la empresa privada cuando la construcción estaba en auge, el presidente dio la campanada al situarlo como principal aspirante al Senado. Su paso ha sido mucho más que fugaz. En una nueva vuelta de tuerca, Sanz lo ha designado con el acta de senador aún caliente como sustituto de José Antonio Ulecia, pasando así del anonimato a ostentar una de las principales responsabilidades del Estado en la comunidad.

Con su nombramiento, Sanz ha incumplido el principio de previsibilidad que lleva a gala, ahondando en el de “todo o nada” que ha aplicado en otras ocasiones. Ocurrió en su momento con Tomás López San Miguel, y ha vuelto a suceder con Aranzazu Vallejo. Dos que lo fueron casi todo en el partido y han quedado ahora relegados al ostracismo.

Bretón toma el relevo en ese catálogo de pesos pesados que el presidente lleva (temporalmente) a la primerísima línea sin importarle si quiera su reciente elección en la Cámara Alta. Ahí es, y no en la capacidad para el nuevo puesto, donde más chirría el nombramiento Bretón. Consciente según pronosticaban todas las encuestas de que el 20-N supondría una victoria aplastante del PP y la recuperación de la Delegación de Gobierno, queda por saber por qué Sanz no apostó por otro cabeza de lista al Senado si previamente tenía el nombre de Bretón como candidato a ocupar la sede de Muro de la Mata. Más aún, considerando que la elección en esta papeleta es nominal y a quien  dio su apoyo el electorado riojano es a Alberto Bretón y no a un desconocido para la mayoría Daniel Osés, que con solo 25 años y una escueta experiencia como alcalde de Nalda, se ha visto agraciado de rebote con el escaño de senador sólo por ir como sustituto en la lista y sin pronunciar un solo mitin. Una manera de subrayar que las candidaturas se han devaluado hasta el extremo en el mercado de la democracia, donde ya sólo cotizan las siglas y la voluntad popular (nunca mejor dicho) es ya residual.

El paquete de sopresas en los nombramientos lo completa Alberto Guillén en calidad de jefe de gabinete del otro Alberto. Y es que, tras su designación como adjunto al jefe de gabinete de Concepción Gamarra en Logroño después de ocupar concejalías de cuajo con Julio Revuelta, pasa a la Delegación de Gobierno habiendo estado apenas unos meses en el Ayuntamiento aunque no figuró en ninguna lista electoral. De nuevo, la misma interrogante: ¿por qué el previsible Sanz, teniendo sus nombres en mente, los ha movido sin aguardar los tiempos? Los que esperaban un cargo en el partido tras una larga trayectoria en el PP se lo repiten en voz baja. Los electores que confiaron en Bretón ante las urnas, no encuentran ninguna respuesta a su decisión despreciada.

Fotografía: Enrique del Río

Alberto Bretón, en el 2002 en su etapa como consejero junto al entonces Delegado del Gobierno, Tomás López San Miguel