Antes de que acaben las rebajas, el yayo Tasio se ha propuesto comprar un enemigo. Pero no cualquier zarria: uno fetén. No le interesan al abuelo esos enemigos de saldo a los que odias soterradamente por algo de lo que ni siquiera recuerdas o aquellos que mientras estrechan la mano flácida te aguijonean con mirada de azufre. El abuelo está buscando uno de alta gama, tamaño XXL. Alguno que le ajuste bien por las sisas y sea lo suficientemente casual como para utilizarlo igual en ocasiones de gala que cuando marcha a regar a la huerta.
El enemigo que va rebuscando el yayo entre las montoneras tiene que ser como el que ahora está de moda. Alguno con silueta de país o forma de partido. Uno lo suficientemente lucido como para que se le pueda culpar de una cuestionable derrota deportivo, una deslealtad fiscal impropia, una subida de impuestos siempre negada. Tasio tiene en mente algo de estilo francés o vasco. O con las iniciales del PSOE bordadas en la pechera. Un enemigo de marca, al que sólo colgarlo en la percha del armario baste para disimular la grasa en forma de impotencia que le cuelga a uno por la barriga. Un adversario al que además de Tasio también puedan odiar otros muchos, y que esa acumulación de rencor sirva a los enemigos de ese enemigo para ser más amigos. Algún enemigo de confianza a quien poder invitar a un vinto y agradecerle todo lo que hace por uno de forma tan desinteresada.