El yayo Tasio tenía hasta ahora la inocente convicción de que la crisis, pero sobre todo su solución, era una cuestión económica. Un asunto de números, una ecuación matemática donde el abuelo, a quien el cuidado de las cabras le robó el tiempo para los estudios, se siente huérfano y cae en brazos de analistas trilingües que hablan de millones como quien cuenta pitas. Creía Tasio que todo era tan sencillo y complicado como eso: hemos gastado tanto y hay que reducir cuanto.  Pero no. Cae en la cuenta el yayo al oír a tanto tecnócrata embriagado por el licor político que las estadísticas son tan maleables como el limo. Que un dato seco, inerte y frío como un cadáver toma vida retorciéndose más que el tronco de un vid. Mil pueden ser ochocientos según quien lo diga, y el 1 llegar al 1,9 si se mira por entre las costuras del deuda, por la sisa del déficit. Y al ciudadano se le hurta así la capacidad de opinar ahogado por una sobredosis de realidad variable.
La infidelidad de los números lleva la batalla a la trinchera del lenguaje. Los recortes son ajustes. La subida de impuestos que prometieron intocables, una necesidad sobrevenida. La concesiones a la educación privada en detrimento de la pública, un alegato por la libertad. La precariedad laboral para unos, el esfuerzo colectivo de todos. Cuando llegue la huelga, Tasio no levantará ninguna pancarta. En una mano blandirá la calculadora y en la otra, un diccionario.

Ajustar: 1. tr. Hacer y poner algo de modo que case y venga justo con otra cosa. U. t. c. prnl.

Recortar. 1. tr. Cortar o cercenar lo que sobra de algo.