>

Blogs

Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

El dinero vuela

 

aeropuerto de agoncillo

El deporte predilecto en estos tiempos de crisis consiste en proponer qué partida se podría suprimir para salvaguardar otra sobre la que acecha la guadaña del recorte. Se trata de un juego en el que puede participar cualquiera. Las reglas son sencillas, no hace falta estar en forma y tampoco se requiere un conocimiento exhaustivo de economía ni contabilidad. Como esos aficionados al fútbol que, aunque jamás han pateado un balón, se erigen como entrenadores y dictan cerveza en mano desde el salón de su casa a quién debería poner Mourinho o quitar Guardiola, el ciudadano decreta qué servicio o infraestructura es prescindible. Traslada la cantidad sobrante a otro servicio o infraestructura que considera más necesaria y, ¡voilà!, adiós al déficit.

El juego está llevando a cuestionar casi todo. Desde la Universidad de La Rioja hasta los coches oficiales pasando por la ensalada del San Pedro. Pero sobre todos los artículos de lujo que ahora se antojan inasumibles, hay uno que gana la partida: el aeropuerto de Agoncillo.  Los datos periódicos sobre las pérdidas el aeródromo cargan de razones a los que claman si no por su cierre, al menos por “repensarlo”. ¿Cuántas plazas de maestros podría cubrirse con los casi 70 millones de euros de deuda que acumula? ¿Qué cantidad de médicos rurales podrían habilitarse con el gasoil de uno solo de los aviones a medio ocupar que parten de Agoncillo?

La demagogia campa a sus anchas en cualquier cálculo imaginable. Lo que queda exento de populismo es comprobar cómo en tiempos donde se insta a acabar con las duplicidades o prescindir de lo superficial haya tantas reticencias a asumir que se puede recurrir a los aeropuertos cercanos o apostar por el ferrocarril en vez de por unas conexiones aéreas ridículas. Y es que, más allá de los números rojos, lo más lamentable del aeropuerto de Agoncillo es su imagen agónica a pesar de lo que brillan sus pasillos. Esa pantalla que muestra un solitario vuelo a Madrid. Esos viajes de vuelta que muchas veces acaban aterrizando en Vitoria y Pamplona. Ese detector de metales que, de tan poco usarse, va a acabar atrofiándose. Esos pasajeros que cada vez acuden en menor número al aeropuerto y que lo están convirtiendo en un icono de la austeridad que se exige a otros menos para una infraestructura que año tras año agranda su agujero negro.

 

 

Fotografía: Sonia Tercero


mayo 2012
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
28293031