La llegada de Revuelta al PR tuvo para su presidente, Miguel González de Legarra, un algo de ejercicio de justicia poética en versión política. El más jugoso de los desagravios por el cual los regionalistas vengaban, en sentido inverso, todas las fugas de sus afiliados hacia el PP que se han registrado en las últimas décadas.
Cuando el PR acogió en su seno al exalcalde de Logroño, el presidente de la formación adelantó que no resultaría inteligente desaprovechar mediáticamente su figura. Revuelta no sería un dirigente cualquiera, porque tampoco fue un cargo cualquiera en los 20 años que militó en las filas populares. Ejercería, a partir del congreso que sancionó el proyecto neonato y al nuevo secretario general de la formación, como una punta de lanza afilada del mensaje de UPR.
El lunes inauguró su papel. Lo hizo aún con cierto agarrotamiento para lo que solía acostumbrar. Como reverdeciendo la sensación de verse apuntado por cámaras y micrófonos y en una sede en transición estilítica, donde en una pared cuelga el logotipo de Unión por La Rioja pero los caramelos aún están protegidos con un envoltorio que tiene el membrete del PR.
Revuelta censuró la pésima situación que, a su juicio y a la vista de los principales parámetros económicos, atraviesa La Rioja. Una coyuntura que deja a la comunidad por debajo de la media nacional y la convierte en la peor de su entorno. El exalcalde descendió de lo macro a lo micro, y no dudó en criticar la “propaganda” del actual gobierno regional. “No es de recibo que acudan veinte altos cargos cuando se inaugura una tienda”, proclamó en referencia a la presencia pública de dirigentes populares en la apertura o ampliación de proyectos que, en tiempos de bonanza y obras mayúsculas, serían alpiste. En esa línea, calificó de “sonrojantes” las puestas en escena en un lugar que conoce bien como es el Ayuntamiento de Logroño. Esas visitas del presidente regional con Concepción Gamarra llenas de boato en las que uno aún no puede dejar de recordar otras muy parecidas con un pléyade de altos cargos, público expectante y declaraciones grandilocuentes. Aquellas en las que Pedro Sanz era Pedro, pero el alcalde era otro.
Fotografía: Alfredo Iglesias
Sanz y Revuelta, junto a Luis Alegre, en el 2007 durante la reapertura de la ermita del Santo Cristo del Humilladero