La Casa Real anda enredada en una frenética campaña para intentar lavar su imagen. Como sucede con el resto de las instituciones de funcionalidad cuestionable, la crisis ha puesto en el punto de mira en los privilegios de don Juan Carlos y compañía, así que los inquilinos de La Zarzuela están decididos a abrillantar sus sonrisas hasta que pase la marejada y puedan seguir paseándose por inauguraciones de postín o clausuras rutilantes entre la sonrisa bobalicona del público y el vanidoso afán de las autoridades por figurar junto a Sus Majestades. En vez de cazar elefantes a horas intempestivas en países remotoso liderar empresas fraudulentas con las que enriquecerse (todavía más), han optado por recurrir al filón que más réditos ha reportado históricamente a su figura: los medios de comunicación.
Al inquietante anuncio de una serie de televisión en TVE y el lanzamiento de una página web se suma el reportaje fotográfico de una Letizia Ortiz protagonista por algo tan presuntamente noticiable como cumplir 40 años. Además de confirmar que la Princesa de Asturias es diferente a la periodista que se casó con don Felipe gracias probablemente al bisturí de algún cirujano de caché, las bucólicas estampas con sus hijas y su marido posando entre jardines inmensos y salones rococó afianzan la convicción de que esa familia no se parece en nada a la mayoría. Ni siquiera a las que tienen en casa a alguna princesa que cada día se sienta en el trono de su trona.