Sorprendo al yayo Tasio en la mesita camilla camuflado entre una montaña de periódicos y papeles atiborrados de números. Aprieta las teclas de una vieja calculadora que presiona temerosamente como el que activa una bomba, y al cabo de un rato se rasca con escepticismo el poco pelo que le queda. «Siguen sin salir las cuentas», me lanza cuando por fin sale de su trance matemático. Al acercarme a su improvisado despacho, descubro que los folios que maneja corresponden a los Presupuestos del Estado para La Rioja. En el recorte de prensa, las palabras del delegado del Gobierno garantizando que las Cuentas crecen el 20% y las declaraciones del PSOE asegurando que las inversiones caen el 14%. «¿Pero no son los mismos presupuestos?», se interroga con un mohín de extrañeza infinita. Excuso explicarle que no hay nada más maleable en boca de un político que las cifras que cualquier mortal tomaría por exactas. Estoy tentado de advertirle que esa misma ingeniería financiera es la que aplicaron muchos bancos para cocinar el pastel amargo que ahora toca comernos a todos. Hasta valoro introducir en su vocabulario conceptos como «grado de ejecución» para adelantarle que su frustración se reproducirá al acabar el año y todos vuelvan a discrepar sobre el trato que recibe La Rioja. Justo entonces, el yayo me pregunta cómo se deletrean dos palabras muy raras que ha oído mucho últimamente: transparencia y certidumbre.