Igual que unas patatas con chorizo como Dios manda no pueden prepararse sin patatas ni chorizo, es imposible programar un festival de culturas contemporáneas sin cultura ni contemporaneidad. Actual ha sido desde su origen un escaparate público de sonidos de última hora, ritmos escondidos y propuestas alternativas que de otra manera jamás aterrizarían en el helador Logroño de enero. Con esas, la oferta de la próxima edición con la inefable Bebe, los posos agrios de Duncan Dhu o la voz (sic) de Melendi encabezando el grueso del cartel no sólo profana el espíritu primigenio sino que, echándole generosidad, mueve a la melancolía de quien ha visto pasar por el mismo escenario a Rachid Taha, Los Planetas o New York Dolls, entre otros muchos. El cambio operado este año se justificó, como casi todo, por razones económicas. El adjetivo ‘Impar’ sirvió en teoría como tránsito para salvar la marca consolidada durante tantos años modificando la ubicación habitual, tomando un sesgo más digerible y de fácil difusión y, sobre todo, abriendo la mano a la colaboración privada para sufragar esa cosa tan prescindible en tiempos de austeridad como es la cultura. Una gavilla de músicos cualquiera bajo una carpa aderezada con varias películas en versión original quizás puedan construir un festival convencional para salir del paso pero, desde luego, no un verdadero Actual inquieto y sugestivo. Ni siquiera aunque las autoridades lo presenten de sport y sentadas sobre un taburete asegurando que esto sabe a patatas con chorizo.