La búsqueda del modelo de organización para catalizar el ingente apoyo cosechado en las europeas por Podemos definirá el futuro de una organización cuyo mayor riesgo reside no ya en concretar el cúmulo de promesas de trazo grueso que muchos ciudadanos llevan tiempo queriendo escuchar, sino en incurrir en los mismos vicios de la casta que censuran. Por el momento, la masiva asamblea celebrada en Vista Alegre demuestra la habilidad de Pablo Iglesias para, manejando las mismas herramientas de los partidos tradicionales, crear un nuevo producto sin olor a viejo. Los 8.000 asistentes al cónclave de un grupo sin apenas trayectoria se parecían muy poco a esos militantes que por decreto, interés personal o hasta nostalgia acuden a este tipo de actos en el PP o el PSOE. Sus rostros se parecían a los de entusiastas sin hipotecas en busca del aire fresco que la corrupción ha podrido. Incluso las diferencias entre el núcleo de Iglesias y Pablo Echenique no suenan al acostumbrado navajeo entre facciones que siempre concluye en fractura. Lo que contagia es una higiénica y argumentada confrontación de diferentes prismas sobre un mismo propósito. El principal contrincante de Podemos es ahora mismo el propio Podemos. Sin embargo, dispone de una grandiosa y gratuita herramienta de márkentig para reforzarse: los escándalos internos, desmanes de dinero público y descalificaciones con sabor a miedo que cada día le regala el resto del universo.
Fotografía: Dani Pozo (AFP)