Hoy me atrevo a recomendarle un libro. Se titula ‘El impostor’, lo firma Javier Cercas y aborda en ese sugestivo híbrido que combina hiperrealismo ajeno y personal la figura de Enric Marco. Si el nombre no les suena, su historia lo hará. Él es aquel mentiroso compulsivo –mediopatía, le diagnostica Cercas– que sin haber estado nunca preso en ningún campo de concentración llegó a presidir la asociación Amical de Mauthausen que agrupa a los españoles encarcelados allí por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Y no sólo eso. Su arrolladora personalidad, el ansia de protagonismo, la hipertrofiada capacidad de invención (incluso de su propia vida familiar) y una dialéctica efervescente que seducía a periodistas y políticos en pleno auge de la Memoria Histórica le erigieron en un icono que sólo la audacia del historiador Benito Bermejo logró desenmascarar. Como las buenas lecturas, ‘El impostor’ contiene múltiples lecturas. Una de las más jugosas reflexiona sobre el proceso de construcción de las mentiras. Cercas concluye que los grandes embustes se fabrican con pequeñas verdades, que sólo un poso de realidad puede hacer verosímil un fraude. Al pasar las páginas, el lector sufre un escalofrío al aplicar esa máxima a su vida cotidiana. Cuántas medias certezas hay en lo que oye, en lo que se da por seguro. Qué número de minúsculos Marcos habitan ocultos entre nosotros. Y sobre todo, quién se atreverá algún día a destaparlos.