Es probable que Cuca Gamarra sea la mejor opción del PP para optar a la Alcaldía de Logroño. A su alrededor no se vislumbra una figura con más relevancia en el ámbito municipal y los cuatro años dirigiendo la capital riojana tras un meritoriaje como jefa de la oposición le confieren un bagaje del que carecen sus competidores. En ese cuadro enmarcado con los sondeos que maneja el partido y el peso específico del propio Pedro Sanz en la designación de cada candidatura (incluida la de sí mismo), la asamblea de afiliados convocada esta semana para ratificar que su nombre encabece la papeleta en los comicios locales del 24M se antoja no sólo innecesaria sino impostada. La imagen de decenas de manos arriba para decir que ella es la idónea quizás tenga un mensaje interno como termómetro público de lealtades, pero hacia afuera proyecta una estampa extemporánea que tampoco mejora la fórmula elegida por Sanz de que sean los suyos quienes hagan lo propio para auparle por sexta vez a través de una urna y de forma secreta apelando a la sinceridad (sic). El PP, que nunca había hecho ostentación de democracia para definir a sus aspirantes y ganar elecciones, ha caído en la tentación tan extendida ahora de un sucedáneo de primarias frente al cabreo ciudadano. Un simulacro como esos que organizan de vez en cuando en el que se despliegan muchos efectivos, se encienden las alarmas y señalan las puertas de emergencia pero todos saben que no habrá fuego.
Fotografía: Juan Marín