El yayo Tasio topó la otra noche en pleno centro con una masa sobrexcitada mientras un par de policías se afanaba por controlar la circulación. Por la puerta de atrás del Bretón, un tipo achaparrado y con gafas recorría el camino que separaba el Salón de Columnas de un cochazo con las lunas tintadas aparcado en doble fila. En el breve trayecto, los fans blandían sus smarphones con la mano derecha mientras agitaban la izquierda saludando a su ídolo a escasos centímetros. Jorge, Jorge, Jorge, coreaban. Jorge Javier Vázquez les respondió con la mejor de sus sonrisas, el vehículo partió y aquel público enfebrecido dio saltitos de contento mientras repasaba el botín fotográfico en la galería de sus móviles. Lo que inquietó al abuelo de la estampa no fue el grado de fervor, sino que unos pocos días antes había asistido no lejos de allí a una similar con otro protagonista. El secretario general del PSOE se había dejado caer por las calles de un Logroño en fiestas y el gentío se desvivía por hacerse un selfie nunca negado junto a aquel mocetón con manos de pianista y ojos negros. Pedro, Pedro, Pedro, jaleaban. Y Pedro Sánchez les saludaba, regalaba besos, miraba al objetivo. Tasio desconoce si los que se derretían ante el Sánchez de carne y hueso asistieron también al espectáculo de Vázquez. Si la reforma constitucional que propone Jorge Javier es un guión del ‘Sálvame’ escrito para Pedro. Si la televisión, en fin, sólo construye iconos mediáticos y acaba confundiéndolo todo.
Imagen: Juan Marín y E. Espinosa