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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

La Rioja con Rioja

vino de Rioja

El 9 de junio del 2009 se dio por inaugurada la crisis con un gesto tan pequeño como trascendente. La entrega de distinciones y la exaltación del terruño propios de la jornada sacó de sopetón del programa el clásico ágape que cerraban los fastos. La decisión dejó para la historia aquellas imágenes del claustro del monasterio de Yuso a reventar de público apostado ante mesas rebosantes de canapés mientras rellenaban sus copas y (algunos) dirigentes limaban distendidamente sus diferencias públicas. A unos les pareció una medida entre excesiva y demagógica dado lo señalado del evento. Otros la aplaudieron, asumiendo que mientras una mayoría sufría recortes de todo tipo –perdón, ajustes– no era de recibo que políticos e invitados hicieran exhibición de derroche. Las ediciones posteriores no sólo mantuvieron la abstinencia, sino que la concesión de galardones y los discursos oficiales se confinó al refectorio para inyectar una dosis extra de austeridad. Sin transición, en el 2016 el Rioja ha regresado al Día de La Rioja. Como si se hubiera decretado el final de las penurias, el vino ha vuelto a correr por San Millán. Y todos bebieron. Ni las botellas que se descorcharon ni las que dejaron de hacerlo son la solución a una crisis mayúscula, pero la imagen, al menos, proyectaba un mensaje de la contención exigida al resto que además la rutina había normalizado. Ahora, por lo visto, el único ahorro es en expresidentes de La Rioja que no acuden al Día de La Rioja.

Fotografía: Fernando Díaz


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