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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Alcaldes eternos

alcalde

En contra de lo que digan las crónicas electorales, la condición de alcalde no se agota cuando quien ha ostentado el cargo cede la vara de mando. Y menos en una capital de provincias, donde la cercanía se sublima y el que un día ocupa la zona más noble del Ayuntamiento al siguiente comparte fila para pagar en la tienda del barrio. El primer edil lo es de por vida, beneficiado por una memoria colectiva siempre generosa que lo asocia a las mejoras de la ciudad que se acometieron bajo su mandato y borra del disco duro las incongruencias y errores inherentes a la condición política. Bermejo y Santos también siguen siendo alcaldes de Logroño aunque hace años que el despacho que ocuparon tiene otra inquilina. Los vecinos con los que se topan ahora que pasean sólo para disfrutar del día en vez de con la obligación de revisar el estado de esta ludoteca o aquel asfaltado no les llaman José Luis ni Tomás, sino por su título indeleble. ¿Cómo estás alcalde?. Y ambos no ocultan, pero lo cuentan si se les pregunta, que padecen Párkinson. En ese reconocimiento de la enfermedad sin lamentaciones pero tampoco eufemismos radica también el legado de su mandato. Los que un día fueron la voz de todos lo son hoy, por ese hábito que imprime haber habitado en la primera línea pública, de los que sufren su mismo mal. Tomás y José Luis vuelven a ser un referente y dar la cara, esta vez de quienes no se atreven a mostrarla quizás por temor al estigma. Y los que una vez gobernaron aplauden su gesto. Gracias, alcaldes.

Fotografía: Justo Rodríguez


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