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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Sin palabras

pìzarra
Esta columna de opinión nace inválida. Empieza a escribirse con la intención de resarcir todo lo que ha sufrido el profesor de un colegio de Logroño que hace dos meses fue acusado de abusos y la Justicia acaba de archivar el caso constatando que todo fue una invención, pero ni estas líneas ni las miles que hayan venido antes o lleguen después aplacarán el dolor sufrido en este tiempo. Una denuncia que como el propio auto afirma ha sido «un cuento de princesas» genera un terremoto personal y social de tal magnitud que todos los afanes por ensalzar al falsamente acusado para restituir su figura sólo pueden, a lo sumo, ser un analgésico ante una herida que nunca debió abrirse. Ni siquiera el perdón de la asociación que respaldó la denuncia con una pirotecnia de alarmismo sobre pruebas que se han demostrado inconsistentes sirve para deshacer el nudo que queda en el estómago a quien de la noche a la mañana se ha visto en el punto de mira. Como tampoco es improbable que alguien pueda alguna otra vez denostar a la ligera a un profesional en éste o cualquier otro colegio, lo que resta como antídoto es valorar cada día la figura del profesorado. Entender mejor su gran responsabilidad como formadores en aulas que no siempre son fáciles de gestionar y, en la medida de lo posible, facilitarles desde fuera esa tarea tan vital como a veces ingrata por todas las presiones que soportan. Un pequeño y tácito reconocimiento que si es capaz de multiplicarse a diario no sería necesario expresarlo con palabras.

Imagen: Eskaylim


mayo 2017
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