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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Nuevo casco antiguo

calahorra

Tan habituados están los periódicos a publicar malas noticias que la concesión a Calahorra de casi dos millones de fondos europeos para remozar su casco antiguo hace reconciliarse con la actualidad. La inyección económica de Bruselas más la cantidad que se sumarán por las arcas municipales están llamadas a borrar de la hemeroteca esas lacerantes fotografías de calles desvencijadas y solares infectos impropios de una ciudad de su rango y que pedían a gritos una remodelación a fondo desde hace décadas. La buena nueva se amplifica porque la EDUSI (Estrategia de Desarrollo Sostenible e Integrado) no se limitará, como se peca recurrentemente cuando de actuar en las zonas urbanas más degradadas se trata, al lavado de cara de alguna fachada o el parcheo de un par de aceras con la foto del gerifalte de turno al finalizar la obra. El proyecto está conceptuado en clave global, donde lo urbanístico es sólo una pata de una regeneración que atiende también a lo social, lo demográfico, lo cultural, lo inclusivo. La vida, en definitiva, de una parte medular de cualquier ciudad. El mérito de lo que se convertirá en los próximos cuatros años el casco antiguo de Calahorra no puede entenderse sin el mérito del trabajo previo que le ha llevado a imponerse sobre Logroño, que por segunda vez aspiraba al mismo maná. Detrás de la concesión de esa partida hay una prolija labor de campo con expertos de distintas áreas que han sabido amoldarse a las exigencias de Europa y otra noticia tan buena como inusual:el acuerdo político de todos.

Fotografía: Isabel Álvarez


mayo 2017
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