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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Palabras al aire

Y de repente, el cambio climático. Por esas insondables conexiones mediáticas que hacen brotar un tema de interés a la misma velocidad que el olvido sepulta el anterior, el cuidado del planeta y el empeño por luchar contra la contaminación se han hecho fuertes en la actualidad. Lo que hasta hace un cuarto de hora tenía un rol secundario en la agenda política adquiere un protagonismo irrenunciable y se suceden los titulares para engrandecer ese afán. No hay planeta B, nuestros hijos no los perdonarán, la tierra llora… La mutación del paradigma en cuestiones trascendentales lo resumía un veterano trabajador de La Rioja de la extinta Altadis respecto al tabaco. Al evocar los orígenes de la fábrica, recordaba que en Navidad se regalaba a las residencias de ancianos los cigarrillos desechados para su comercialización y los beneficiarios los recibían con alborozo en una sociedad que no sólo normalizaba sino que aplaudía el gesto. Entre aquella burrada y la Ley Antitabaco que puso pie en pared a un problema de salud pública mayúsculo no hay término medio. En la efectividad ante el cambio climático, tampoco. Cualquier gesto pensando más en la galería, todas las nimiedades grandilocuentes que puedan perpetrarse al albur de esa sensibilidad al alza se quedarán en nada si las administraciones no toman las riendas. En (al menos) dos direcciones. Por un lado, el de la ejemplaridad, interiorizando en todos los procesos propios que sea factible una relación respetuosa con el entorno como mensaje a sus administrados. Por otro, adoptando medidas rotundas e imponiendo con celo sanciones a las empresas y particulares que eludan los protocolos e incentivos a los cumplidores. Los eslóganes son gratis; el compromiso se acomoda en los bolsillos.


octubre 2019
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