Conozco a cien que aseguran haber visto todos los conciertos y todas las películas de todas las ediciones de Iberpop. Cuando se arrancan a contarlo, describen igual que si lo hubieran vivido anoche mismo las emociones que les provocó ésta o la otra actuación en El Adarraga y La Continental. Son capaces hasta de recordar la visita de grupos que nunca han pisado Logroño, estrenos que jamás proyectaron Los Golem ni El Bretón.
Todo es medio mentira, claro. Unas de esas invenciones que no intentan revisar la verdad, sino que se alimentan del recuerdo y van engordando hasta tomar proporciones de leyenda donde los adornos son más importantes que la realidad. Mentiras inocuas que nadie puede desdecir porque, simplemente, nadie se acuerda bien ya.
Si el Iberpop ha tomado con los años esa pátina mítica es porque ya no existe. Y eso es precisamente lo que le falta a Actual: morirse. Desaparecer y volver a inventarse para reflotar en la memoria como aquel festival en el que todos estuvieron. Reencarnarse con otra etiqueta igual de ‘cool’ para que los viejos puedan decir luego que qué mierda es lo de ahora y que qué maravilloso fue aquel concierto de música occitana con un dijey de Rajastán. És que sólo tú y yo vimos una vez en aquella cosa que llamaban Actual.