El yayo lleva unos días que no hay quien le hable. Duerme poco, a veces se olvida a posta de tomar las pastillas de la tensión y hace más ruido de lo habitual al sorber la sopa de ajo que se desayuna todos los días. Si le tiras de la lengua, te confesará que el mal genio que supura últimamente le viene de los bancos térmicos que acaban de colocar en el entorno del San Pedro.

Hasta que los instalaron, las bancas del hospital eran su trono privado donde Tasio reinaba a su antojo los días de invierno. Acudía de mañana, extendía sobre los asientos de madera las páginas de deportes de Diario LA RIOJA para no mojarse la culera con el rocío matutino y se sentaba hieráticamente con las manos sobre el regazo como el protagonista de una película iraní. Así echaba las mañanas, escuchando el zumbido de las sirenas y desplegando sus conocimientos médicos cada vez que una ambulancia desembarcaba su carga a las puertas del hospital. Rotura de cadera, certificaba Tasio para sus adentros unas veces. Isquemia cerebral, sentenciaba otras echando un vistazo lejano al rostro desencajado del enfermo.

Desde que han colocado los nuevos bancos, ni siquiera madrugando más de la cuenta consigue el sitio que antes nadie quería. Los asientos, se queja Tasio, están copados por jubilados ociosos, fumadores compulsivos y culofríos en general que sólo acuden al calor de las placas solares sin importarles la sanidad riojana ni el estado de los enfermos.

El abuelo ya ha escrito una queja al defensor (no se acuerda del todos) pidiendo para sí y su banco de siempre y lo que claman todos los pacientes: que se acaben las listas de espera.

Foto: Enrique del Río