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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Tirar la basura

pintada

La escenificación del desarme es una mala película de ETA. Tras décadas de terror y con su apoyo social y político declinante, sacar del agüjero un puñado de pistolas y explosivos inútiles es un atrezzo cutre que ni siquiera el rimbombante marketing de verificadores y artesanos de la paz eleva de la serie B. Una película que sí da una poderosa imagen de lo que ha sido el terrorismo y debe dejar de ser se llama ‘Trece entre mil’. Se trata en realidad de un documental que, aunque filmado en el 2005, carece de fecha de caducidad. El director Iñaki Arteta recoge en su obra trece testimonios a los que alude el título, con el valor añadido de que las víctimas hablan ante la cámara sin ningún artificio. Entre ellos están los hijos de Jesús Ulayar, exalcalde de Echarri-Aranaz asesinado en enero de 1979, que rememoran en la sobremesa de una comida dominical cualquiera no sólo el día fatal que un vecino mató a su padre, sino lo que vino después. Según cuentan, además de no condenar atentado el ayuntamiento colocó frente a la casa de los Ulayar unos contenedores de basura. Tres hirientes cajones de plástico justo donde el político cayó ensangrentado. Verdes, azules y amarillos. A veces malolientes. Siempre sucios. Trascurrido el tiempo, en plena superación el silencio que subyugó a una sociedad entera, la imagen muestra a los hijos arrastrándolos al otro lado de la plaza. El gesto es esta vez aplaudido por el pueblo y anticipa la verdad: que el fin de ETA no tiene que ver con entregar armas obsoletas, sino con remover todos los contenedores.


abril 2017
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