La escalada de roces, desplantes y zancadillas mutuas que vienen escenificando Gobierno de La Rioja y Ayuntamiento de Logroño con la complicidad eventual de la Delegación de Gobierno alcanza ya unas cotas de digestión imposible para los grandes olvidados de esta guerra cada vez menos soterrada: los ciudadanos. El episodio registrado esta misma semana con motivo de la visita a la estación provisional de trenes de Logroño y la disputa pública entre Sanz, Santos y Ulecia por a quién correspondía cerrar el acto esculpe la muesca más lamentable de un larga historia de encontronazos que contaba ya con bochornosos hitos como la estrambótica inauguración del Túnel de Piqueras, la disputa legal a cuenta de la Ecociudad y ese monumento al populismo de saldo que fue el reciente cambio de sede de la Feria de Pelota de San Mateo .
El “detrás de mí, no (habla nadie)” pronunciado el jueves por el presidente riojano verbaliza lo que los otros protagonistas comentan lejos de su rival o a micrófono cerrado a quien les quiera oir. En ese aire tan contamiando, los encuentros protocolarios entre los máximos responsables de las tres administraciones se hacen irrespirables y han logrado degenerar en un avieso espectáculo donde lo relevante informativamente ya no es el qué hacen allí todos juntos, sino el cuánta cantidad de desprecio cabe en sus miradas. ¿No es posible canalizar esas divergencias en favor de la ciudadanía? ¿Cuánto nos está costando en tiempos crisis esa batalla de personalismos en la que sólo subyacen intereses políticos enfrentados? O más grave aún: ¿cuánto está restando en el desarrollo de Logroño y el resto de la comunidad?
Detrás, no lo sé. Delante y por encima de todos ellos está la sociedad entera.
Así captó Jonathan Herreros la discusión mantenida entre Ulecia, Sanz y Santos.