Querido Rey:
Le remito humildemente estas cuatro letras para agradecerle sus ímprobos esfuerzos por superar la jodida crisis a la que, me consta, ni usted ni su familia son ajenos. Nunca hubiera osado escribirle de no haberme conmovido tanto su llamamiento a que los partidos se alíen en un momento crítico. Cada vez que recuerdo sus palabras –«es hora de grandes esfuerzos y grandes acuerdos» – siento un pellizco en el corazón por el calado del mensaje y esa forma que tiene usted tan regia y decimonónica de decir cosas como sin decirlas.
La admiración que le profeso me obliga a alertarle de que tiene crudo que le hagan caso. Entiendo que sus múltiples viajes oficiales en aviones privados, los cócteles diplomáticos y regatas que plagan su agenda o quizás la borbónica ecuanimidad que le insta a no mojarse nunca le impidan saber que los partidos se mueven por otros intereses que no son los de usted ni los míos. Que buscan gobernar a toda costa y que son capaces de desplegar todos sus ardides con tal de que sus negocios siglas se impongan a las del contrario.
Me atrevo a sugerirle que, como hago yo, ataque la crisis con minúsculos gestos de ahorro doméstico. Gaste el agua justa cuando riegue los jardines de La Zarzuela, viaje siempre junto a la Reina para economizar en chóferes y escoltas. Hasta puede sustituir las bombillas del Palacio por velas ahora que tiene cera de sobra con la efigie del ex duque de Lugo que retiraron del museo.
Atentamente: el yayo Tasio
La foto es obra de Ernesto Agudo y recoge un momento de reflexión del Rey sobre la crisis a bordo del Bribón