Ayer me asaltó en la calle una persona muy próxima a Santiago Sufrategui para hacer su particular vaticinio sobre el futuro de Julio Revuelta: acabará como Santiago Sufrategui. Traducido, significa que después de un primer instante de expectación, impacto y cambio del guión preescrito que también provocó el aspirante a relevar a Aldama en las listas socialistas al salir a la palestra, las aspiraciones del ex alcalde irán paulatinamente diluyéndose aplastadas por el peso de las mayorías y la guerra sucia.
Como sucedió en el caso de Sufrategui, el PSOE ha mantenido, aunque por diferente motivo, la misma postura respecto a la reaparición de Revuelta: silencio. Silencio entonces para ignorar al rival de Aldama. Silencio ahora para dejar que el resto se desgaste y sea Tomás Santos el que recoja al final de la batalla los restos del choque para alcanzar una suma de concejales que le permita renovar la Alcaldía que hasta ahora daba casi por perdida. ¿Hasta cuánto estarían dispuestos a ceder los socialistas para mantener Logroño? ¿Cabría incluso ceder la vara de mando a Revuelta en un virtual pacto PSOE-PR-Ciudadanos de Logroño?
El durante los últimos 21 años referencia del PP y ahora hijo díscolo de Sanz ha convencido de entrada a los regionalistas para desplazar del número uno de la lista conjunta a un Ángel Varea que por fin había llevado la voz del PR al Consistorio tras una atribulada travesía por el desierto de la oposición. ¿Estaría dispuesto el PSOE a abrirle también paso a Revuelta al despacho de la Alcaldía si no hubiera otro remedio?
El amigo de Sufrategui se despidió sugiriendo que Santos y Revuelta, en otros años rivales, se parecen más de lo que algunos piensan.
Las mismas gafas, el mismo vino, la misma sonrisa, distinto color de los pañuelos (fotografía de Enrique del Río)