Joaquín Ayuso es un chico inteligente. Así es como se ha convertido en millonario sin haber llegado a los 30. Su mérito consistió en mirar hacia el futuro hace cinco años y, con otro puñado de entusiastas casi imberbes, levantar un imperio llamado Tuenti que inició como una modesta adaptación a España de aquel Facebook que entonces empezaba a despegar en Estados Unidos. El proyecto creció hasta tal punto que Telefónica compró Tuenti llenando los bolsillos de Joaquín y sus amigos y dejando vía libre a su inquietud para gestar nuevas ideas.

Con esas credenciales, uno espera encontrar un repeinado pijo, un pelín prepotente y con ínfulas de Bill Gates que desprecia a los que pertenecen a su casta. Así que cuando esta semana se ofreció a una entrevista con motivo de su visita a La Rioja invitado por Arsys y la Agencia del Conocimiento me puse en guardia para soportar su presunta egolatría trufada de tecnicismos y cocinada en masters elitistas y exclusivísimos clubes de pádel. La sorpresa llegó nada más saludarle y notar cómo desplegaba su empatía y era él quien empezaba a interrogarme con interés sincero sobre la edición digital del diario, los blogs alojados en el periódico y la actualidad que seguimos en este frío rincón de La Rioja tan alejado del sol de Silicon Valley donde cientos de joaquines ayusos construyen el mañana. Supe entonces que para triunfar no hay que ser inteligente, sino muy listo.

Fotografía: Jonathan Herreros