Titín es lo más parecido a un héroe en una tierra yerma de ídolos. Un tipo campechano, de manos callosas y meñiques atrofiados a fuerza de dar pelotazos imposibles y ganar partidos en frontones de aquí y del País Vasco. Pero su mayor triunfo había sido el que tanto a tanto había ganado fuera de las canchas para el resto de los riojanos: el de la autoestima. Por eso y porque a Titín nunca se había dejado deslumbrar por los focos a pesar de los cantos de sirena, el de Tricio se había convertido en patrimonio de todos.
Con su decisión de pasar a la política sin concluir su carrera, el pelotari ha desmontado en un momento sobre la moqueta lo que se había ganado sudando en cientos de pueblos. Sus primeras declaraciones tras conocerse la decisión no aclaran ni el presente ni el futuro. Eso de que decidió dar el paso tras un par de llamadas y quince minutos de conversación con Cuca Gamarra suena a ganas de quitar trascendencia al asunto, pero la política no es (o no debería ser) algo de digestión tan ligera. Tampoco el discurso machacón de que sigue siendo un pelotari y que continuará jugando aunque entre el Ayuntamiento resta argumentos a sus críticos. ¿No debería ser más deseable que, una vez comprometido con Logroño, todos los potenciales concejales aspiraran a dar el máximo por el proyecto que representan?
Seguramente muy a su pesar y por el peso de los estereotipos, Titín dejará en parte de ser un pelotari riojano para ser un pelotari del PP trasvansando a los populares su propio tirón popular. Admitiendo que ha sido una decisión valiente y sus sentimientos son puros – corre la teoría de que su idea era acudir en las listas autónomicas tras abandonar los frontones, pero las apreturas de Gamarra en Logroño han llevado a Sanz a convencerle para cambiar los planes-, al menos debería haberla consultado con todos a los que, estando al margen del deporte, hemos aprendido a vivirlo y vibrarlo viendo jugar a Titín.
La fotografía es de Enrique del Río y corresponde al homenaje realizado hace años a Titín en el frontón Adarraga