Gracias a Alfredo Pérez Rubalcaba sabemos más cosas de la intimidad de Francisco Martínez Aldama. Por ejemplo, que es aficionado del Barcelona – nadie es perfecto, opinó el ministro de Interior- y que come todos los días en el mismo sitio un menú del día. Lo reveló durante el mitin ofrecido en Logroño un Rubalcaba que, como Bono unos días antes, desplegó esa oratoria emocional que pone en estado de efervescencia a las masas sin necesidad de despeinarse ni elevar el tono de voz. Un discurso que indefectiblemente incluye alguna anécdota con la que ilustrar el mensaje, aunque haya que retorcerla hasta lo indecible para que encaje. Y como ejemplo, el nombre de ese bar en el que Aldama se alimenta cuando no está en Herce. “Si cada uno somos lo que comemos, también somos donde comemos, y el bar al que acude Kiko se llama ‘Victoria”.

Pero el chiste resultón (desde la maqueta del hospital prometida hace cuatro años por Camps hasta el aeropuerto sin aviones de Fabra que tiene la virtud de no contaminar, no generar ruidos ni hacer que pierdas las maletas) tampoco olvida las cargas de profundidad y algunas figuras que parecen proscritas esta campaña en las filas del PSOE. Sí, la de José Luis Rodríguez Zapatero.

Mientras los candidatos locales hacen cabriolas para circunvalar un nombre que ahora quema al tiempo que enarbolan el dinero llegado por el Plan E (todos coinciden en que ha sido mérito del Gobierno central y obvian a Zapatero), el vicepresidente primero lo reivindicó sin ambages y todas las letras. Y en repetidas ocasiones. “Debajo de las leyes que han supuesto los mayores logros sociales para este país aparece la firma de un socialista: primero fue la de Felipe González y ahora la de José Luis Rodríguez Zapatero”.

Cuando Aldama bajaba del estrado de su intervención y cedía el paso a Rubalcaba ante el micrófono, un sector de la grada repetía a voz en grito otro nombre: “Presidente, presidente, presidente”. No hubo ocasión de aclarar si se refirían al candidato riojano del PSOE o al que acudirá a las primarias para intentar tomar el testigo de Zapatero.

Fotografía: Alfredo Iglesias