Ahora resulta que todos lo sabían. No había nadie en el PSOE que no intuyera que el partido se dirigía directo a un batacazo histórico. Hasta el más entusiasta conocía que las elecciones iban a ser la consumación de una derrota decretada por la gestión del Gobierno de España que ha arrastrado hasta al alcalde más noble. Todos creían que en La Rioja las posibilidades era nulas. Que si no se elaboraron encuestas sobre las opciones de triunfo aunque hasta en Logroño se hicieron, fue porque Ferraz hacía tiempo que manejaba sondeos desoladores. Que sí que era buena idea participar al único debate al que Pedro Sanz se había prestado a acudir. Ahora no hay rastro de los que siempre respaldaron (o nunca cuestionaron) a Aldama y abjuran de él igual que de Zapatero. Resulta que la inmensa mayoría siempre fue partidaria de Rubalcaba, a pesar de que cuando llegó a Logroño el polideportivo Las Gaunas no se llenó como en Granada o Vigo donde, dice el vicepresidente que ahora sabe que quiere ser presidente, vio la luz. Y todos, absolutamente todos, presagiaban que las drásticas medidas anticrisis adoptadas por los mismos que negaron la crisis hasta el pitido final acabarían enfrentando al PSOE con sus propias contradicciones y lo abocarían al abismo.
Ojalá todos esos que ya anticiparon lo que pasaría (aunque nunca lo dijeron) sean tan clarividentes para saber (y decir) qué debe hacer ahora un partido caído obligado a levantarse.

Fotografía: Juan Marín