El reingreso de Alberto Bretón en el Gobierno de La Rioja tras las pasadas elecciones autonómicas representó una de las mayores sorpresas. Por un doble motivo. En primer lugar, porque tras su marcha de la Consejería de Administraciones Públicas en el 2007, se daba por hecho que su carrera política había cumplido un ciclo, y más aún, cuando poco tiempo después empezó a trabajar como alto ejecutivo en una constructora de postín. Pero, sobre todo, llamaba la atención que su regreso no fuera para volver a ostentar una Consejería, sino para integrarse en el segundo nivel  como director general de los Servicios Jurídicos.  Su designación como candidato al Senado ata ahora muchos de los cabos que quedaban sueltos entonces.

Y es que, a nadie se le escapa que una de las razones para su salida del gabinete tenía que ver con su posición. Lejos de ser una de esas figuras del PP acuñadas desde la cantera, Bretón saltó a la primera línea desde la gestión dentro del Ejecutivo como un profesional altamente preparado y con un perfil técnico aparentemente alejado de componendas y luchas de poder internas. Circunstancia que, por otro lado, levantó internamente más de un susurro de malestar entre algunos afiliados que vieron en él un advenedizo de corto recorrido por el que se apostaba en detrimento de otros con más galones dentro del partido.

Además, su labor en Samaniego colmaba las expectativas profesionales de uno de esos perfiles que gana menos dinero en la Administración que en la empresa privada. Sobre todo si ésta, como sucedía en pleno boom inmobiliario, se dedicaba a la construcción y el ladrillo parecía no dejar de manar riqueza. Ahora cabe inferir que su retorno a la Dirección General era sólo un puente a lo que quizás realmente pensó ya Pedro Sanz al marcar de nuevo su teléfono: ocupar la plaza que de antemano se sabía que dejaría vacante José Luis Bermejo e inyectar en el Senado una dosis más técnica y sistemática.

En vista de que el resto de la candidatura a la Cámara Alta se mantiene, así como el nombre de Conchi Bravo como número 2 al Congreso, destaca la designación como 3 de Juan Antonio Abad (sobre el cual recae la responsabilidad nominal de recuperar ese tercer diputado que tanto ansía el PP para La Rioja) y la presencia de una Carmen Duque recién llegada y en la que el partido parece depositar cotas más altas que presidir Nuevas Generaciones.

Los candidatos que aparecen en las listas no dejan de ocultar la relevancia de los que faltan. Ahí sobresale especialmente el de Juan Antonio Gómez Trinidad, que tras una legislatura en el Congreso en el que ha sido nada menos que portavoz de Educación del Grupo Parlamentario, desparece sin mayores explicaciones del número 1 cuando sus compañeros continúan. ¿Será que está reservada para él la Delegación de Gobierno a partir del 20-N?