En el megalítico hangar de Oriente donde los Reyes Magos almacenan los regalos durante meses para repartirlos a final de año han quedado arrumbados un buen puñado de ellos. Así como otras veces las estanterías acababan arrasadas y todos los deseos satisfechos, esta vez no han encontrado destinatario muchos de los paquetes codiciados tradicionalmente por los más exquisitos. En la sección ‘Monarquía’ han quedado sin reclamar los besamanos a los Duques de Palma que otros años habían sido el presente estrella y la baba derramada al sentir el regio tacto de tan ilustres personalidades. También siguen arrumbados esos coquetos cuadritos con marco de alpaca en los que Iñaki Urdangarin y su prole posan hieráticos pero amables con una dedicatoria personal para mejor refulgir en la mesita de un despacho. Ni siquiera las antes ansiadas recomendaciones para que la Infanta y su marido inauguren una obra o presidan cualquier acto oficial han encontrado tirón.
Pero lo que ha sobrado a raudales en el almacén de Sus Majestades (las de verdad, las que nunca defraudan) son paquetes que nadie había pedido. Los envoltorios están llenos de indignación de todos los colores y tamaños. La que provoca que alguien se haya lucrado impunemente de todos a costa de su ego y el de otros gerifaltes, y la que genera que La Zarzuela se desmarque ahora de lo que sabía hace tiempo. Aún no asumen que los reyes son los padres. Y también los suegros.
Fotografía: EFE/Bernardo Rodríguez