Hasta hace escasos siglos, la cultura era sinónimo de nobleza, algo relacionado con las altas esferas. Pocos eran los que leían un libro. Fueron escritores como Dickens o Sainte-Beuve los que empezaron a publicar sus críticas en los diarios y gracias a ellos la gente empezó a familiarizarse con la lectura.
Más adelante llegarían la fotografía, la publicidad y el color, que rediseñaron los periódicos y el amarillismo fue devorando poco a poco al público que ojeaba las publicaciones. Solamente buscaban especulaciones o una visión rápida de la información.
La cultura es considerada en ocasiones como algo secundario: espectáculos, viajes o gastronomía. No debería ser así porque no se trata de ser simplemente un profesional que recopila documentación sobre las bellas artes, es mucho más amplio.
Desafortunadamente, las Artes siguen teniendo un papel nimio en nuestra sociedad. Sin ir más lejos y empezando desde muy temprana edad, fijémonos en la Educación: ¿Por qué las matemáticas tienen que tener más horas y más prestigio que el dibujo o la música, por ejemplo? Seguro que todos los días hacemos raíces cuadradas y nos ha servido bastante en la vida… Está muy bien aprender a sumar y a restar, pero la música refuerza la concentración, incrementa la creatividad y la seguridad en uno mismo o desarrolla habilidades motoras y rítmicas, entre otras ventajas para el desarrollo del niño.
El poeta norteamericano Ezra Pound dijo que «la literatura es noticia que se mantiene noticia». Es necesario que haya alguien capaz de entender lo que sucede en un texto literario, en un cuadro, etc., al igual que un acto político necesita un reportero que entienda ese juego gubernamental: qué está pasando, qué sentido tiene el discurso,… Algunos no se dedican a informar completamente sobre un concierto el cual debes escuchar y situar en su contexto, prefieren hablar sobre qué llevaba puesto el cantante.
He oído en varias ocasiones esta frase: «La cultura que dio lugar al periodismo vuelve por la puerta de atrás». El amarillismo sabe combinarse con noticias irracionales de titulares llamativos para que hagas ‘clic’. Esto es respetable para muchos, por supuesto. Además, siempre que haya gente que quiera comercializar (inexplicablemente) con su vida privada, habrá otros que deseen comprársela.
Parece que ciertos lectores están dispuestos a ver qué pareja de famosos ha sido la última en romper o pasar el rato mirando animalitos, pero les supone demasiado esfuerzo pararse a leer la crítica del último best seller o una columna de opinión sobre los últimos estrenos de cine, y eso es una pena.