Un concierto que, en realidad, fueron dos. En el primero, el trío de Miller interpretó magistralmente un jazz de elegante clasicismo, donde el pianista ejercitó a gusto su digitación canónica, sus largas frases de acordes a dos manos, sus sencillas melodías plenas de swing, su sentido refinado del blues que lo inunda todo. Creímos estar viendo esas deliciosas sesiones del trío de Red Garland para Prestige a finales de los 50 que tanto hemos escuchado pero nunca vimos.
Después surgió en escena el esperado Kevin Mahogany, que en la hora larga que quedaba por delante demostró por qué es (con permiso de Kurt Elling) el mejor cantante de jazz surgido en las últimas décadas. El majestuoso timbre de voz y el innato sentido musical lo lleva de serie. Partiendo de ahí le basta con tomar prestado un poco de ese turbador lirismo de Johnny Hartman en las baladas y otro poco de los giros típicos de Joe Williams para bordar los blues. Eso es todo. Así de fácil. De sobra para rendir al público y hacerle aplaudir entusiasta hasta conseguir dos bises, el último ofrecido por Miller a solas con su piano desgranando una sublime interpretación de ‘That’s All’. Eso es todo. ¡Casi nada!