Este disco es una joya, y es en cierto modo fruto de la pura casualidad. Resulta que la manager del pianista Bill Evans (Helen Kleane) y del cantante Tony Bennett (Jack Rollins) eran muy amigos. Durante una cena en un restaurante neoyorquino ambos comentaron la posibilidad de juntar a las dos estrellas en un estudio de grabación y ver lo que salía. Cuando les trasladaron esa idea a los músicos ambos la acogieron con gran entusiasmo a pesar de tener personalidades artísticas y trayectorias muy diferentes. La idea de que no hubiera más instrumentos en el estudio fue de Bill, y el repertorio fue consensuado con Tony en una apresurada reunión que tuvo lugar en Londres, donde coincidieron durante el transcurso de sus respectivas giras europeas del año 1975. Se dieron cita en los estudios Berkeley, de California, el 10 de junio de ese mismo año. Está a punto de cumplirse, por lo tanto, el 35 aniversario de la grabación.
El disco, a mi juicio, transmite una magia especial, derivada sin duda del magnífico entendimiento surgido entre las sensibilidades artísticas de ambos músicos, aparte de por sus enormes habilidades musicales. Bill Evans (que, ya lo advierto aquí, es mi pianista favorito, por lo que tened por seguro que volverá a salir más veces en esta lista) demuestra en este disco su originalidad en la construcción de acordes, su elegancia a la hora de improvisar melodías, su obsesión por la pureza del sonido de su instrumento y su facilidad para empatizar hasta límites casi telepáticos con los músicos con los que toca. Mi querido Tony Bennett, por su parte, estaba probablemente en aquella época en la cima de sus facultades como cantante, aunque, curiosamente, en un periodo de baja popularidad y de muchas dificultades para conectar con las nuevas generaciones de aficionados. Su voz le seguía saliendo de la garganta de esa forma tan torrencial y tan salvaje, pero los años le habían conferido una mayor delicadeza y hondura en la exposición de los temas.
El disco tuvo muy buena acogida y fue celebrado tanto por la crítica como por los fans de uno y otro músico, lo que llevó a los productores a repetir sesión de grabación un año más tarde. Ese otro disco resultante se tituló Together Again, y, aunque también es magnífico, no llega en mi opinión al nivel de este The Tony Bennett / Bill Evans Album, en primer lugar por una elección de temas menos afortunada y tal vez también porque se había esfumado ya ese hechizo especial que suele acompañar a toda ‘primera vez’.
Escuchemos Waltz for Debby, una preciosa composición de juventud del pianista dedicada a su sobrina; una delicatessen que es buena muestra del contenido y de la atmósfera de este disco.