Theodore Walter Rollins, o sea Sonny Rollins, hijo de un matrimonio de emigrantes de las Antillas, nació en Nueva York en 1930. Comezó aprendiendo piano desde muy niño, y más tarde, siendo un adolescente, se pasó al saxo. Dejó sus estudios universitarios recién iniciados cuando comenzó a frecuentar los ambientes ‘bopers’ de la ciudad y empezó a tocar al lado de gente como Bud Powell, Fats Navarro, Miles Davis o su gran ídolo, Charlie Parker.
A principios de los 50, Sonny ya se había posicionado como el mejor saxo-tenor ‘moderno’ del panorama neoyorquino, comenzó a grabar a su nombre y compuso temas que ahora son auténticos standards como Óleo, Doxy o Airegin. En 1956 grabaría el que seguramente es el gran disco de su carrera, su obra cumbre, el ‘Saxophone Colossus’, que cosechó elogios unánimes y elevó a Sonny Rollins a los altares del jazz.
A pesar de su extraordinario éxito, lejos de endiosarse, en 1959 decidió abandonar la escena por la sencilla e increíble razón de que se consideraba un músico mediocre que no estaba a la altura de las circunstancias. Se iba cada día a practicar con su saxo al puente de Williamsburg (el que une Manhattan con Brooklyn), y allí, solo, hora tras hora, generalmente de noche, Sonny ensayaba escalas, fortalecía sus pulmones, pulía su digitación, engordaba su sonido y tallaba poco a poco la nueva versión, mejorada, de sí mismo. En enero de 1962 dejó el puente y volvió a los estudios para grabar otro de sus grandes discos, titulado precisamente ‘The Bridge’ (‘El Puente’).
No sería su único retiro. En 1969 comenzó a dudar de nuevo de su valía como músico, y se apartó de los escenarios hasta 1972. Esta vez se marchó a la India a practicar yoga y a estudiar las religiones asiáticas, aunque, al parecer, no le convenció ninguna.
Durante los años siguientes Sonny se afianzaría como el gigante del jazz que es, como un improvisador desbordante de ideas, impetuoso casi siempre y lírico cuando quiere.
Sonny ha llegado al siglo XXI como una leyenda viva admirada por todos y su carrera profesional está tan boyante como siempre, o quizá más. En el plano personal, sin embargo, estos últimos años han sido duros. En el 2001 vivió el terror del 11-S a escasos metros de distancia. Sonny vio caer las Torres Gemelas desde la ventana de su apartamento de Manhattan, y su edificio fue uno de los que tuvieron que ser evacuados aquel día y demolidos poco después. En su apresurada huída Sonny sólo se llevó consigo su saxo, dejando atrás los objetos, los bienes y los recuerdos acumulados durante toda una vida.
Tras aquellos dramáticos sucesos él y su mujer decidieron dejar Nueva York y se fueron a vivir a una casa de campo en busca de paz y sosiego. Al poco tiempo, Lucille, su esposa durante 50 años, falleció.
Pero Sonny es un superviviente, un titán, un hombre de increíble fortaleza física y espiritual, y aquí sigue, en la lucha, soplando su saxofón como un descosido con sus 80 primaveras a cuestas, y mirando, como siempre, hacia adelante.
Y ahora regresemos a 1982 para ver a Sonny Rollins durante un concierto en Praga, con una maravillosa versión de Smoke Gets In Your Eyes.
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