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José Ángel González

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Perfiles. Chet Baker. Bendito maldito.

La madrugada del 13 de mayo de 1988, Chet Baker moría estampado contra el suelo tras precipitarse al vacío desde la ventana del tercer piso de un hotel de Ámsterdam. Nunca se supo muy bien qué ocurrió: la hipóteseis del suicidio se antoja la más probable, aunque también pudo ser una caída accidental, y aún hay una tercera versión que sostiene que fue empujado por unos camellos vengativos a los que debía dinero. La policía sólo encontró en su habitación una trompeta, un paquete de cigarrillos, un reloj de pulsera y unas pocas monedas. Aquella noche, Chet Baker, el poeta maldito del jazz, descansó por fin en paz a los 59 años de edad.

Nació en una granja de Oklahoma, donde pasó su infancia, aunque la familia Baker se trasladaría a Los Ángeles a principios de los 40. Allí, Chet, en el instituto, decidió aprender a tocar la trompeta y recibió algunas clases que abandonó pronto para continuar su formación de manera puramente intuitiva después de haber asimilado unas nociones básicas que apenas le permitían hacer sonar su instrumento. Por esa época, Chet Baker ya había huído de casa harto de un padre que le maltrataba y había comenzado a engordar su historial de delincuente juvenil, con varios robos y la quema de una gasolinera como incidentes más destacables. Aún no había cumplido los 23 años cuando, por otro lado, en su currículum ya figuraba el haber tocado en los grupos de Gerry Mulligan y del gran Charlie Parker, con quien reforzó sus maravillosas ideas musicales y una espantosa adicción a las drogas que marcaría dramáticamente su biografía.

A mediados de los 50, una gira por Europa le traería los primeros problemas graves con la justicia: fue detenido y encarcelado en Italia por posesión y tráfico de heroína y más tarde, por idénticos motivos, visitaría también los calabozos alemanes. De vuelta en Estados Unidos se vio envuelto en una brutal pelea con unos gansters neoyorkinos en la que perdió varias piezas denta
les y, como consecuencia de ello, la facultad para embocar bien la trompeta. Se recuperó lenta y dolorosamente de este incidente que casi le lleva a la tumba y volvió a Europa para intentar rehacer su vida. No lo conseguiría; más bien al contrario. Nunca tuvo un hogar ni una cuenta bancaria, aunque eso sí, siempre iba bien surtido de heroína y cocaína. Lo más curioso, lo más hermoso, es que la podredumbre interior que arruinaba a pasos agigantados todas sus facultades físicas no consiguió erosionar nunca la magnificencia del arte que ejecutaba. Hasta el último concierto, Chet Baker hipnotizó a sus audiencias con ese estilo único e irrepetible, lánguido, ensimismado, mezcla de angelical y demoniaco, que funcionaba especialmente bien en la balada, subgénero del que fue un auténtico maestro ya fuera soplando la trompeta o con esa extraña manera de cantar que él tenía, apenas musitando las palabras, haciendo que las notas se desvanacieran casi al tiempo de ser entonadas.

El vídeo que veremos a continuación fue grabado en París en noviembre de 1987 (seis meses antes de su muerte). Es Baker en estado puro. El tema es I’m A Fool To Want You, una preciosa composición de Frank Sinatra.
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