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José Ángel González

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Perfiles. Bill Evans. Entre el cielo y el infierno (II)

 

 

Después de la muerte de LaFaro, Evans trató de recomponer su carrera musical y, tras diversas pruebas más o menos fallidas con distintos músicos, hacia mediados de 1962 hizo estable una formación extraordinaria con Chuck Israels al contrabajo y Larry Bunker a la batería. El grupo, conocido como el ‘Segundo Trío’ de Bill Evans, estuvo en activo tres años y alcanzó una altura musical sobresaliente, y, si bien nunca gozaría del hechizo del mítico trío anterior, sus grabaciones son tesoros para quienes admiramos la figura del pianista.

 

Pincha para ver a Bill Evans con Chuck Israel y Larry Bunker en 1965 tocando ‘Waltz For Debby’

 

En cuanto al ámbito personal de la vida de Bill Evans, la cosa iba de mal en peor. Su adicción a la heroína llegó a extremos funestos. Por aquella epoca tocó durante una semana en el Village Vanguard sólo con la mano izquierda, pues había perdido completamente la sensibilidad en el brazo derecho por culpa de una jeringuilla que había utilizado para inyectarse la droga. Atraídos por una curiosidad no exenta de morbo, muchos músicos se dejaron caer por el club aquellos días. El contrabajista Bill Crow fue uno de ellos. Según sus palabras: “Posaba la mano dormida sobre el teclado y dejaba caer el índice sobre la tecla, aprovechando el peso de la mano para tocar la nota; todo lo demás lo tocaba con la izquierda, y si apartabas la vista de él nada te hacía sospechar que sucedía algo raro”.

 

 

La vida de Bill Evans siempre estuvo marcada por esa especie de maldición propia de los más grandes genios según la cual toda la habilidad que derrochan en las elevadas facetas en las sobresalen queda reducida a cero cuando se trata de lidiar con apartados más cotidianos, rutinarios y aparentemente sencillos de la existencia. Evans fue incapaz de formar un hogar medianamente feliz; vivió muchas veces bordeando la miseria pese a que sus ingresos económicos eran cada vez más abundantes (llegó a estar durante un tiempo literalmente en la calle despúes de que el banco le embargara el piso por impago, durmiento cuando se terciaba en los sofás que le brindaban sus compañeros de profesión); nunca cogió realmente las riendas de su carrera, por lo que estuvo a merced de managers y productores de desigual calaña; y su tendencia a la introspección y al ensimismamiento le hacían difícil los aspectos más rudimentarios de la socialización (a pesar, no obstante, de que, según todos los testimonios de quienes llegaron a intimar con él, Evans era una persona bondadosa, honrada al extremo, un alma pura, un hombre de vasta cultura y sensibilidad, y un excelente conversador dotado de un finísimo sentido del humor). En 1964, cuando fue galardonado con el primer Grammy de su carrera, no tenía un atuendo adecuado para asistir a la gala ni dinero para comprárselo y subió a recoger el premio con un smoking prestado dos tallas menor, lo que, unido a su enfermiza timidez y a su conducta poco suelta para escenarios de ese tipo conformaron una estampa entre lo ridículo y lo enternecedor.

 

 

Tras una nueva etapa de transición artística en la que probó suerte con distintos acompañantes, Evans entró en los años 70 al frente de un renovado trío estable. El virtuoso del contrabajo Eddie Gómez y el exquisito batería Marty Morell permanecerían con él seis años. Fue éste un periodo muy fructífero en la carrera del pianista, con actuaciones y discos magníficos y con un aumento notable de su popularidad, y ello pese a que (es justo reconocerlo) su estilo, que siempre había estado en efervescente evolución, se estancó un poco.

 

Pincha para ver a Bill Evans con Eddie Gómez y Marty Morell en 1971 interpretando ‘My Romance’.

 

Nunca llegó a casarse con ella pero una mujer llamada Ellaine fue su compañera sentimental durante 12 años. Fue además su amiga, su enfermera, su confesora, su consejera y su invariable punto de apoyo en los muchos malos momentos por los que Evans había pasado. En 1973, durante una gira por distintos clubes de California el pianista conoció a Nenette, una hermosísima joven de la que se enamoró perdidamente al instante. De regreso a Nueva York, Evans expuso la situación a Ellaine, que unos días más tarde, sumida en la desesperación, se suicidó lanzándose a las vías de metro.


(CONTINUARÁ)


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