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Luismi Cámara

Desde la grada

Compromiso, Esfuerzo y Equipo

No soy un tipo que se mueva especialmente por los retos personales, me motivan más los colectivos. Mi compromiso con un grupo suele ser mayor que el que tengo conmigo mismo. Me consuela más saber que un error propio sólo me va a afectar a mí que ver que ese fallo va a tener consecuencias en la comunidad en la que estoy integrado. Creo menos en el yo que en el equipo. EQUIPO.
Me alegro más del bien y del éxito común que del particular porque, al fin y al cabo, cuando las cosas salen bien, resulta mucho más satisfactorio disfrutar junto a los tuyos que verse obligado a hacerlo solo. Yo entiendo la vida integrado en una comunidad, en un grupo, en un clan, en una familia, en un equipo. Cada uno es como es.
Hace algunas semanas, un gran amigo me hizo una propuesta que no podía rechazar. No porque fuera tan atractiva que decir que no era una locura. Es que no me dio opción. Era sí o sí. No me lo pensé, si lo hubiera hecho la respuesta creo que seguiría siendo lo mismo. Había un pacto ya lejano por medio, que iba mucho más allá de cualquier firma, y que consistía en el compromiso de que, si en algún momento regresaba a casa, volveríamos a entrenar juntos. COMPROMISO.

Así que, casi sin soltar mi última maleta madrileña, me vi de nuevo inmerso en el baloncesto de base riojano como tercer entrenador de un equipo junior femenino. Después de desaprender durante años, siguiendo el baloncesto profesional más o menos de cerca, me llegaba el momento de reaprender desde la base, junto a dos grandes maestros, en el baloncesto, en la vida y, una de ellos, también como profesional de la educación que es.
Hace ya un tiempo que dejé de entrenar por pura convicción. Me convencí, y con el tiempo me he convencido aún más, de que todo lo que se hace (más aún si se hace de forma voluntaria) debe tener una compensación, acabar en una satisfacción personal. No hablo de una compensación material, me refiero a la satisfacción moral, espiritual, del deber cumplido, de finalizar cada cosa que se hace con esa sensación única de bienestar que permite poder irse a casa con una sonrisa en la cara.
Sólo así, lo que se hace cobraba un sentido, se realiza desde el convencimiento, y deja de suponer un esfuerzo. Sólo así, cada entrenamiento, cada ejercicio, pierde ese concepto negativo de sacrificio y obligación. Sólo así se entiende el esfuerzo como algo positivo y afán empeño y ahínco. Cuando dejé de entrenar fue porque eso que tanto me gustaba, ya no me compensaba, y lo que podía transmitir se alejaba mucho de lo que pretendía transmitir. ESFUERZO.
La semana pasada, mi equipo jugaba el segundo partido de la competición de Copa, el primero en casa. Antes, la típica llegada a la cancha, la típica charla prepartido, el típico calentamiento. Hasta que pocos minutos antes del partido, los otros dos entrenadores nos convocaron a todos para formar un círculo, todos agarrados. El fin fundamental de esa piña era repetir, todos y cada uno de los miembros de ese bloque, el lema que guía a este grupo y que es la base para que esta cadena humana no se rompa y sea cada vez más fuerte: COMPROMISO, ESFUERZO Y EQUIPO.
Son tres palabras ya grabadas a fuego que van más allá del baloncesto. Porque tengo claro que no vamos a ser el campeón. Esto lo sé yo, lo admiten los otros entrenadores y lo ven las jugadoras. Nadie se engaña.
Pero si cada uno de los miembros de este equipo cumple con estos tres mandamientos, la satisfacción personal y colectiva a final de la temporada irá mucho más allá del baloncesto y de los resultados. Y lo digo yo, que me reconozco como el menos comprometido de esta manada, el que menos esfuerzos realiza por el bien del grupo y el menos reconocible de los miembros del equipo…

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El baloncesto visto desde el punto de vista del aficionado

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