¡Bombea el balón! ¡Bombea el balón! En la primera fila de las gradas, lo más cerca posible de la pista, Luis Ruiz Dueñas gritaba a los jugadores su consigna cuando fallaban un tiro. Se hacía oír y, aquellos que no conocían su nombre, le llamaban cariñosamente ‘Don Bombea’. De vez en cuando, se animaba también a tirar a canasta en los descansos, cuando veía algún balón despistado cerca de sus dominios.
Adoraba el baloncesto y se hizo reconocible y entrañable para todos los que llevamos muchos años pisando las canchas riojanas, desde las categorías más pequeñas a los equipos profesionales que, nunca lo olvidemos, tenemos la suerte de disfrutar.
Era uno más de nosotros. Educado, puntual, siempre dispuesto para ayudar y colaborar en lo que fuera. Lo mismo hacía de delegado de un equipo, que arrimaba el hombro para recoger todos los bártulos. En los últimos años echaba una mano a los equipos del Campus Promete, pero mi recuerdo va mucho más allá de un equipo o de un club. El recuerdo que me quedará de Luis, de Luisito, es el de un amante del baloncesto, una persona de baloncesto.
El jueves, cuando me enteré de la mala noticia un escalofrío me recorrió el cuerpo. No son días de buenas nuevas precisamente en un tiempo en el que deberíamos estar pensando en disfrutar de las navidades, de la familia, de los amigos.
Lo saludé por última vez hace unas semanas, en el Palacio de los Deportes. La enfermedad que se lo ha llevado le dejó durante demasiados meses sin el deporte que tanto quería. Nos hemos cruzado montones de veces con un balón de baloncesto por medio. Cuando no se acercaba a darme la mano, a hablar algo sobre basket, a interesarse por alguna cosa que había escrito, me buscaba con la mirada en mi camino hacia la zona de prensa y levantaba la cabeza para saludarme.
El cruel coronavirus se lleva a otro buen tipo. Buen viaje, Luis. El baloncesto riojano ya te echa de menos.