Se va César Aneas. Se va el técnico catalán entre un runrún de rumores en torno a un Campus Promete que pierde a su cabeza más visible durante estos dos años en los que el entrenador de Badalona ha dirigido con mano de hierro los designios de un equipo de Liga Femenina que marca sin remisión el devenir del club riojano.
Y en un pueblo grande como es Logroño, y en un barrio pequeño como es el del baloncesto en esta comunidad, todo lleva a que el cuchicheo y los murmullos conviertan mensajes inexistentes, consideraciones personales, medias verdades o, incluso, verdades enteras, en el juego del teléfono descacharrado.
Es lo que tiene la tranquilidad de ver la falta de objetivos finales de una plantilla que dio la cara durante los dos tercios de la actual temporada pero que ha acabado el año deportivo con las peores sensaciones, tras encadenar lesiones, abandonos y siete derrotas consecutivas que le han dejado en tierra de nadie las últimas semanas.
No hay nada peor para un deportista profesional que dejar de tener objetivos para alimentar su motivación, por mucho que el futuro de su carrera dependa de sus números y sus resultados. Y el Campus Promete ha tenido que vagar durante unas cuantas semanas sin más rumbo que intentar cumplir a la espera de que llegara esta última jornada para poner fin a un tiempo de sufrimiento para muchas de sus jugadoras, que han visto cómo se han reducido sus prestaciones arrastradas por la fatiga y el cansancio.
Lo mejor que le ha podido pasar a este Campus Promete es que el final de la temporada en la Liga Femenina no se haya alargado más y el Vía Crucis último del cuadro multicolor no se extienda más allá de la recién cerrada Semana Santa, porque jamás nueve meses de competición se sintieron tan largos. Ahora, que sigan los runrunes.