Bocadillos de Nocilla, malabarismos y King Cobra | Desde la grada - Blogs larioja.com >

Blogs

Luismi Cámara

Desde la grada

Bocadillos de Nocilla, malabarismos y King Cobra

Me encantaba ver por la calle a los chavales haciendo malabarismos con el balón de baloncesto y la merienda camino de casa desde el cole, o de un entrenamiento, o de jugar con los amigos en el patio. Daba gusto ver al crío resolver el problema planteado por los dos elementos que ocupaban ambas manos. La dificultad consistía en botar el esférico con una mano (o mantenerlo dando vueltas sobre uno o varios dedos) mientras con la otra se intentaba sujetar el bocadillo de Nocilla y pegarle un buen mordisco a la vez que la pelota subía y bajaba por el otro lado.
Unas veces se hacía con pericia, otras se tenía peor suerte y, una de dos, o el balón se escapaba botando lejos del alcance del niño o el bocadillo con la leche, el cacao, la avellana y el azucar iba a parar al suelo. En el primer caso, una carrera arreglaba el asunto. En el segundo, se cogía la merienda rápidamente, una palmadita y dos soplidos al bocata y todo arreglado. No era cuestión de tirar un manjar como ése por un poco de tierra. Lo de cambiarse el balón de mano entre bocado y bocado era ya para aquellos con un nivel avanzado de prestidigitación.
Y digo que me encantaba, porque es difícil ver ahora a un chaval por cualquier peatonal (mucho menos por aceras convencionales) practicar con un balón a la vez que ataca su merienda. Si los llevan, suelen estar dentro de la mochila, mientras caminan obnubilados con la mirada puesta en el móvil y en alguna conversación de WhatsApp con un amigo al que acaban de dejar en la anterior esquina.
Por eso, últimamente estoy encantado viendo en los parques a media tarde a muchos peques intentado liar y tirar sus peonzas con el elemento extraño del bocadillo entre la manos. Si es de Nocilla -perdonen la insistencia, pero es el que más le gusta a mis dos churumbeles, el que más me gustaba a mí de crío y el que me viene mejor para explicar gráficamente las escenas que intento explicar-, con el meneo  el consiguiente cisco de la peonza, el pan y la cuerda, llegará el momento en el que no se sabrá si la mancha de la mano o de la camiseta es de la crema de chocolate o del barro (o de algún otro ente extraño adquirido del suelo). Como los pequeños tienen menos escrúpulos que sus padres, pegarán el típico lametón perruno al elemento, sin asco ni contemplación alguna, y seguirán concentrados en el lanzamiento.
Lo de las peonzas de ahora es de hacérselo mirar. En mis tiempos, estaba la de cuerpo de madera con punta metálica o la de punta metálica con cuerpo de madera. Cuanto más vieja y ajada, más pedigrí adquiría el lanzador. Ahora, mis hijos de 3 y 5 años me hablan de la King Cobra, la Turbo Cobra, la Diamante, y no sé si me están hablando en swahili o si me he quedado a años luz de la evolución peoncil. Al final, me dejan claro que es lo segundo, porque entre los múltiples y llamativos colores, los dibujos espectaculares, las puntas giratorias, y los diferentes nombres de figuras que  dicen que hacen, acabo por entender lo mínimo en las conversaciones que se traen con sus amigos.
Definitivamente, estoy descolocado y fuera de sitio. Pero he recuperado esa sonrisa que me daba ver por la calle a los niños malabaristas de la pelota y la merienda.
Ahora han dejado el balón de baloncesto (el de fútbol también pero, qué le voy a hacer, la cabra siempre tira al monte) y están ocupados con esas estratosféricas peonzas. Mis hijos son de esta generación. Ya me encargaré yo de intentar darles el cambiazo y poner una pelota de basket en una de las manos… Lo que no tengo claro es si les dejaré la peonza o el bocadillo de Nocilla… 😉

Temas

El baloncesto visto desde el punto de vista del aficionado

Sobre el autor


mayo 2015
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031