Pepu Hernández aparca su amado BA-LON-CES-TO para lanzarse a la PO-LÍ-TI-CA. ¿Mal cambio? No es el primero ni será el último deportista que lo haga. Sin embargo, esta apuesta me sorprende sobremanera. Pepu es un entrenador con vocación de maestro. Basta con haberle escuchado alguna charla para descubrir su afán pedagógico y especial interés por transmitir los valores del baloncesto.
Pepu es el hombre que ayudó a la bendita generación del 80 a alcanzar el cielo en el Mundial de Japón en 2006; el que supo ver no lo que era Marc Gasol, sino lo que podía llegar a ser. Es el tipo que fue capaz de colocar en un segundo plano la muerte de su padre la noche anterior a la final de Saitama y ocultar la noticia y sus sentimientos para que no afectaran al equipo en su objetivo de lograr el oro ante Grecia.
Vamos, que el que es la apuesta del PSOE para la Alcaldía de Madrid responde a unos ideales (llegar a la postdata antes de criticar, por favor) que tienen que ver con poner al equipo por delante de los egos personales, con el respeto –a uno mismo, a los compañeros, al rival, al club y la afición que representan–. Unos ideales que cuesta reconocer en la política y políticos actuales.
Conozco algún ejemplo de personas que entraron en política con la intención de formar parte de un mundo en el que creían que el punto en común e incuestionable entre los partidos era el servicio público, y que acabó abandonando, desencantado ante el mucho barro que encontró en la trastienda de su propia formación y del resto.
De momento, Begoña Villacís ya ha borrado una foto de su perfil de Instagram en la que reconocía a Pepu como un ídolo y una persona «maravillosa». Y digo yo, ¿al convertirse en rival político ha dejado de serlo? ¿Si uno es del Barça no se puede admitir que Llull es un grandísimo jugador? ¿Si eres de Magic no puedes ser de Bird, Jordan, LeBron o Curry? En baloncesto, se puede. En política, parece que no.
PD: Y, después de todo lo dicho antes, me la tendré que envainar si se demuestra que Pepu contaba con sociedades para pagar menos impuestos. Quizás, pueda llegar a ser correcto, pero entraría en confrontación con otro de los valores básicos del deporte: la honestidad.