Tenía que llegar. Demasiado tiempo y demasiado bien ha alargado el sueño. Porque no es normal retirarse con 41 años, siendo determinante para lograr el título de la ACB, aportando minutos de muchísima calidad tras dos años parado en un Barça plagado de estrellas. Cerró su historia como jugador en unos Juegos Olímpicos y ante unos Estados Unidos que han sido su némesis cuando ha defendido los colores de España y que ha demostrado en su adiós que lo venera más allá de la cancha de baloncesto, pese al chovinismo del que se abusa en el país de las barras y estrellas cuando de comparar a sus deportistas con los del resto del mundo se trata.
Que una franquicia del bagaje de Los Angeles Lakers se plantee retirar su camiseta va más allá de lo meramente deportivo. Pau Gasol ha pasado por encima de su relevancia como baloncestista. Han sido dos anillos de la NBAbajo la sombra de la enorme figura de su ‘hermano’ Kobe Bryant y, pese a ello, es uno de los jugadores más queridos por los seguidores de la entidad púrpura y oro. Porque su excelencia ha desbordado las canchas de juego y se ha extendido por las distintas comunidades de las franquicias en las que ha jugado; porque, como cuenta el técnico del Clavijo, Jenaro Díaz, es un hombre «que llena por su grandeza y humildad»; porque se ha preocupado de extender su mirada por encima de una carrera muy bien recompensada para ayudar y dar visibilidad con su figura a gente desfavorecida.
Pau ya es historia del baloncesto mundial y ya ha entrado en el debate de si es o no el mejor baloncestista europeo de todos los tiempos, si estaría en el ‘top 5’ o en el ‘top 10’.
Pero Pau trasciende al deporte. A partir de ahora, seguirá siendo capaz de hacer lo que quiera… pese a que no sabe jugar al mus (Jenaro dixit).