No quisiera aguar esta fiesta del cuarenta de mayo en la que, además de quitarnos el sayo, los riojanos celebramos Santa Autonomía. Es que me parece la fecha idónea para criticar una estructura territorial del Estado que se inventó como solución a la secular invertebración de España pero que nos está retrotrayendo a la Hispania medieval de los reinos de taifas. Cuando en la Transición las regiones españolas que antes de la guerra habían logrado estatutos de autonomía los reclamaron se invitó a las demás al mismo café pensando, quizá, que concediendo autogobierno a murcianos y riojanos el de los vascos y catalanes no amenazaría la unidad nacional y de paso se acabaría con lacras como ETA. Pero veinticinco años después el autonomismo vasco y catalán ha virado al independentismo, la serpiente etarra sigue vivita y dialogando y en este país el nivel de tensión y desigualdad entre territorios (o sea, entre ciudadanos) es superior al que había en 1978. Esta autonomanía ha exacerbado las tendencias centrífugas ya existentes y las ha creado allí donde no se conocían, de manera que las autonomías de segunda (es un sarcasmo histórico que el País Vasco y Cataluña sean ‘nacionalidades históricas’ y Castilla o Aragón no) quieren ser como las de primera y éstas ya sólo se conforman con jugar a la Independencita de la señorita Pepis. Parece que la mayor preocupación de los españoles ya no es la vivienda, el paro, la protección social, el terrorismo o la deslocalización de empresas, sino la reforma de los estatutos de autonomía. Así que el carísimo y barullero Estado de las Autonomías ha pasado de ser la gran solución al gran problema: un disparate multiplicado por diecisiete, una suicida huida hacia adelante de una Nación con cinco siglos de existencia y un error histórico que deberíamos enmendar antes de convertir España en un absurdo puzzle de Autonomías sin Estado (algunas contra el Estado), el prado donde pasta un rebaño mal avenido de ovejas sin cencerro. Y no teman por el puente de San Bernabé porque el cuarenta de mayo seguirá siendo festivo, eso sí que es inamovible en este país. Sólo que se llamará Día del Quite del Sayo. O de la Recuperación de la Cordura Nacional. Si es que alguna vez la hubo