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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Dirección General de Sablazos

Quien haya visto policía irrumpiendo en fábrica o facultad porra en mano compartirá mi opinión de que en España persiste un residuo de aquella represión franquista en virtud de la cual el simple avistamiento de uniformes producía tembleque. Me refiero a las huestes de la Dirección General de Seguridad (vial, claro), o sea, de Tráfico, esa no menos temible DGT que además de perseguir automovilistas les culpa de sus males. Se supone que su extremado celo punitivo se debe al loable afán de evitar muertes y lesiones, dado que el despiste o la velocidad son factores de riesgo relacionados, ¿no? Entonces, ¿por qué ese diferente trato gubernativo ante otras conductas más perjudiciales para la salud? ¿Por qué no se sanciona con igual saña, por ejemplo, a fumadores, sedentarios, estresados, borrachines o tragones, hábitos más insanos que conducir por la ciudad sin cinturón de seguridad? Esta DGS, perdón, DGT, tan ducha en siniestros, ¿ha calculado cuántos accidentes no se deberán a distracciones por detectar y burlar el acecho de los cobradores del frac verde, moderna versión de José María el Tempranillo (pues, como el célebre salteador de caminos, madrugan a desplumar viajeros desprevenidos agazapados en los ribazos)? Y los coches camuflados, ¿acaso no recuerdan a los secretas de Gobernación? Gracias a ellos los conductores, atemorizados bajo la constante amenaza del multazo, vamos más pendientes de descubrir a tiempo el escondite del radar fijo que de la carretera, y al adelantar a un posible radar móvil resulta inevitable mirar al otro de reojo. Es tremendo: todos somos sospechosos de ser la pasma, cualquier día disfrazada de bebé a bordo o de doña Rogelia. Me creeré que el acoso policial al conductor se debe a una buena causa cuando vea agentes sacándoles los euros también a tabaquistas, bebedores, pastilleros y no digamos a meones, vomitadores, rompevidrios, emporcadores y alborotadores nocturnos con el mismo rigor que a los circulantes a 140 por una autopista desierta. Mientras tanto, seguiré convencido de que sólo se persigue recaudar un abusivo tributo más de cuantos soportamos los automovilistas. O, ya digo, recordarnos cuando los polis estaban para zurrar. Entonces a porrazos y ahora a sablazos

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.