Entre los aspectos más tópicos de la idiosincrasia española suelen destacarse cosas como la extroversión (léase bullicio), la hospitalidad (doy fe: lo que gusta ir por el hospital), la alegría de vivir (o sea la juerga, sobre todo en la calle y a poder ser de noche) y, a lo que voy, nuestra capacidad de improvisación. Creatividad, lo llaman, pero muchas veces consiste en reaccionar tarde y mal a lo que se debió planificar o, al menos, prever. En este país es muy corriente legislar a golpe de suceso, de catástrofe, de muerto. Se arreglan cruces peligrosos cuando perecen varias personas (tiene que ser a la vez, no vale el goteo), se prohíbe asar chuletas en el pinar cuando éste ya se ha quemado, o lanzar bengalas en el estadio sólo cuando alguien resulta fatalmente alcanzado, etc. Hasta hace poco, cuando ocurría una desgracia con resultado de occisos o estragos lo que se hacía para seguir no haciendo nada, siguiendo el astuto consejo napoleónico, era crear una comisión ad hoc. Ahora que todo se sofistica, esas comisiones se llaman observatorios. Observar es mirar o considerar atentamente algo para conocer su estado, así que la nueva denominación es al menos sincera; parece que un comisionado ha de conocer, analizar, diagnosticar y proponer remedios al problema planteado. Los observadores, en cambio, se limitan a ver qué pasa. Así, a los observatorios que ya conocíamos (los de estrellas y los de patos chapoteando en charcas) se han ido añadiendo, por ejemplo, el de Siniestralidad Vial (hay uno específico para nuestra mortífera N-232). Consiste en ver cómo se sigue colisionando, atropellando, muriendo. O el de la Violencia Doméstica, muy útil para constatar que, efectivamente, hay parejas que se odian hasta matarse. O el de Incendios Forestales. Para éste se requieren unos buenos prismáticos y una torreta. O el de los Precios de los Alimentos. Su misión es recorrer los puestos de venta lamentándose de lo carísima que está la vaina. O el de la publicidad sexista, muy adecuado para mirones rijosos. O el de Riesgos Laborales, que es donde toman nota de los accidentes derivados. Vaya, que si no queremos terminar rodeados de miles de ojos que nos observan con malsana curiosidad habrá que crear urgentemente un Observatorio de la Inoperancia. En una semana acabaría con todos los demás.