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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Cuestión de tiempo

El poder ha procurado siempre ganarse el favor del pueblo llenándole la panza y ofreciéndole diversión. El paradigma de esta estrategia infalible para mantener a la plebe contenta y distraída fue el romano panem et circenses y la costumbre sigue tan arraigada en la antigua Beronia que aquí la gente sigue pirrándose por la manduca y el espectáculo. Que siguen siendo los ingredientes principales de sus fiestas, con pocos cambios desde Quintiliano: el pan ya sólo es soporte de la degustación, las teas humanas han dado paso al fuego de artificio y las diversiones, aún las bárbaras (chupinazo) son incruentas, al menos las de balde. El único festejo sanguinario propio de circo romano que queda en el mundo, la despiadada muerte de grandes mamíferos para regocijo del respetable, es de pago (otro avance: al circo acudía la chusma y a la plaza va la crema). El paralelismo entre el gladiador y el toro es notable. Ambos son productos de un proceso de selección y preparación para morir o matar bravamente en la arena mediante un cruel protocolo de tortura destinado a destruir con saña sistemática en minutos la fiereza para la que fueron adiestrados. Los defensores de la «fiesta» siempre ofrecen los mismos cínicos argumentos. Uno: si no fuera por ella los toros habrían desaparecido hace tiempo. ¿Cómo no se le habrá ocurrido a nadie lidiar bisontes europeos, osos o jaguares para evitar su extinción y encima forrándose! Otro: morir en el ruedo es el precio que ha de pagar el toro por la vidorra que se ha pegado hasta esa tarde. ¿Cuántos festejadores de las putadas que les hacen a esos pobres bichos que posean mascotas más queridas y mejor cuidadas que la familia (quizás con toda la razón) aceptarían que su perro o gato fueran sádicamente lanceados, arponeados y estoqueados hasta ahogarse en su propia sangre entre aplausos para amortizar el whiskas o las facturas del veterinario? Estoy seguro de que infligir tan atroz sufrimiento a unos animales salvajes para entretener a otros presuntamente racionales se considerará algún día tan lamentable y degradante como ahora nos parece el que los romanos disfrutaran viendo a fieras devorando personas o a éstas asesinándose entre sí. Será cuestión de tiempo, pero en este rincón del Imperio la civilización no sólo progresa despacio sino que a veces retrocede: Nerón tañía la lira y Revuelta aporrea el bombo.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.